Un componente que por lo general angustia mucho a los padres que adoptan es la generación del vínculo, es decir, el determinar una relación estable y segura con el niño en la que él confíe de manera honesta en ellos, en que siempre estén ahí y en que jamás lo abandonen.
Uno de los aspectos más influyentes al momento de establecer esa relación es la edad del niño debido a que no es lo mismo un bebé que un niño más mayor que posee una memoria consciente de las rupturas de otros vínculos y otras relaciones que creía seguras.
Formas de crear vínculos con un bebé adoptivo
Cuando se adopta un bebé, el primer paso es posible que resulte más sencillo porque los cuidados y las atenciones que requiere hacen que el niño se relacione de forma más rápida con los padres, además éste no puede comunicarse, sin embargo eso no significa que no vaya a tener un proceso en el que asumir esa ruptura y nuevo vínculo.
¿Cuándo es esa oportunidad? Existirán diversas: cuando suceda el nacimiento de otros niños, cuando se realice la celebración del día del padre o de la madre, cuando sea necesario realizar un árbol genealógico en clase o en la adolescencia. Ese instante de crisis en el que todos los niños se enfrentan a transformaciones corporales, hormonales y empiezan a buscarse a sí mismos para conocerse. En la ocasión en la que se constituye su personalidad y cuando el menor adoptado comienza a preguntarse a quién se parece, cuáles son sus características, y en especial, dónde están sus orígenes, porqué lo dejaron y toda esa frustración puede convertirse en tensiones en la relación y es justo en ese momento cuando el padre debe comportarse como ese pilar que lo soporta en toda esa vorágine.
¿Cómo generar el vínculo en la adopción con un niño más grande?
Cuando el niño que es adoptado ya no es un bebé, posee consciencia del proceso, reconoce que va a contar con una nueva familia e identifica que sus padres biológicos no lo pueden cuidar de manera correcta. Ha podido ser víctima consciente de cuidados negligentes o maltratos y puede haber pasado por centros o familias de acogida, lo que se convierte en una prolongada serie de pérdidas y de nuevas adaptaciones, lo que influye para que el niño sea inseguro y temeroso de cara a que lo vuelvan a abandonar.
Cuando se realiza una adopción los primeros instantes suelen ser ideales: el niño requiere de afecto y se comportará como el hijo perfecto, sin embargo de modo forzado. En el instante en que empiece a sentirse verdaderamente como parte de la familia, será cuando los padres comiencen a observar conductas no tan ideales como se esperaría: el niño desobedecerá, retará a los padres, generará conflictos delante de familias y amigos.
Estos comportamientos fácilmente sacarán de sus casillas a sus padres y los desesperarán, esto representa que la relación se está creando de manera correcta porque el menor se está relajando y posibilitará entrar en ese espacio que guarda con tanto recelo. Es una verdadera prueba de paciencia, esfuerzo, y tranquilidad. Es importante que los padres manejen todo el proceso con mucha calma, estar serenos y no entrar en provocaciones.