Recompensar la buena conducta en los niños no es desacertado si se sabe hacerlo apropiadamente, si se huye de los premios materiales y no se aplica como un chantaje para que se comporten bien. Consiste en escoger de forma correcta la clase de recompensas, la constancia con la que se recompensa y por qué o bajo que situaciones se realiza.
Recompensas inmateriales
Los padres que se encuentran involucrados en la formación de los hijos, la mayoría de las veces, se plantean inquietudes con relación a si es correcto o inapropiado premiar o recompensar la buena conducta de los niños. Si se hace cuándo debe hacerse, con qué frecuencia o qué clase de premios son los más apropiados de acuerdo a la edad.
Por lo general cuando se habla de recompensar la buena conducta de los menores se piensa en algo material, algo tangible como un dulce o un pequeño obsequio, sin considerar que las mejores recompensas son las inmateriales: los halagos, los abrazos, el tiempo que se comparte juntos, contemplar una película compartiendo unas crispetas en el mueble del hogar, narrarles un cuento, ponerles música y danzar un momento en el salón.
Estos son los mejores premios que se deben suministrar a los niños, debido a que refuerzan la autoestima y les hace comprender que lo que han efectuado está bien y es lo que se espera de ellos.
Es verdad que en ocasiones las recompensas materiales pueden ser pertinentes de vez en cuando, como por ejemplo elaborarles una cena especial que se sabe que les agrada mucho o llevarlos al zoo o al cine por haber realizado algo muy bien.
Si las recompensas materiales no se vuelven un hábito o un deber no existe ningún problema en usarlos de manera exacta para afianzar un excelente comportamiento, como por ejemplo obsequiarle un libro luego de pasar por un mal instante. De esta forma es poco posible que el niño se habitúe a obedecer sencillamente para que le comprendamos sus motivaciones.
Claro está que acostumbrarse a obedecer a base de premios puede influir en que el niño se transforme en un chantajista, sin embargo utilizarlo en algunas ocasiones es una muestra de afecto que no tiene por qué originar una costumbre ni malinterpretarse.
Finalmente, el propósito es que el niño se sienta a gusto y orgulloso de su buena conducta y que en un futuro sepa como actuar por la simple razón de reconocer que esa es la manera adecuada de proceder.