Existe una clase de competencia sana que no necesariamente es dañina para el vinculo entre padres e hijos: la competencia permite que el menor sienta motivación por diversas actividades donde el padre y la madre lo van impulsando hacia el éxito que alcanzará el niño por sí solo. Esta forma de competir es indispensable para que los niños evolucionen plenamente y perciban que sus padres creen en ellos y en sus posibilidades, porque ven a sus padres como aliados.
Es diferente, cuando la competitividad se experimenta con rivalidad, cuando los padres dejan de ser guías para transformarse en enemigos, entonces es algo tóxico y muy perjudicial.
¿Cómo identificar si estás compitiendo con tus hijos?
Un padre que compite contra los hijos será aquel individuo que no posibilita que el niño obtenga logros o victorias por sí solo, o que si los alcanza el padre o la madre apuntará que como él o ella en su pasado consiguió mejores resultados y que no logrará ser igual que él o ella en sus tiempos de éxito.
Esta conducta es triste, mezquina, inmadura y egocéntrica por parte de unos padres inconscientes que no se dan cuenta que lo que deben hacer es olvidarse de esos tiempos de triunfo y luchar para que sus hijos sean mejores que ellos en todos los sentidos para obtener lo que desean en la vida.
¿De qué forma perjudica a los niños la competitividad con los padres?
No existe nada más fuerte para un niño que verse obligado a competir con los demás, sin embargo se convierte en algo más duro e insoportable tratar de superar a sus padres o vivir en permanente competición o exigencias todos los días.
Los niños no requieren competir, lo que necesitan es intervenir. La competición es posible que afecte seriamente la autoestima de los niños, no solo para el que pierde, además para el que gana influye sobre su percepción de la realidad distorsionada que a largo plazo continuará siendo dañina para su autoestima.
Sin embargo un niño que posee unos padres que frecuentemente le están recordando su mediocridad, finalmente se lo terminará creyendo. La realidad es que esta clase de padres viven angustiados en un universo de miedos e inseguridad que desafortunadamente, pagan los hijos.
Cuando los otros niños se burlan puede ser una influencia negativa, sin embargo se encuentran en el mismo nivel y el real apoyo incondicional se debería hallar en los padres. Los menores se las arreglan entre ellos, no obstante los padres que tratan de ser mejores que los hijos, es una competencia desequilibrada que jamás debería presentarse debido a que no existen condiciones de igualdad.