Uno de los aspectos para tener presentes a la hora de evaluar la memoria es la capacidad de concentración. La concentración se define como el mayor nivel de atención que posea un individuo y esta capacidad está determinada por los niveles de motivación e interés. Cuando la atención se dirige a ideas altamente estimulantes y no se necesita de un mayor esfuerzo, la concentración surge de manera espontánea o automática. Por el contrario si exige de un entrenamiento con antelación y un aprendizaje en el sostenimiento de la intención, se habla de concentración voluntaria.
Cuando necesitamos conservar la concentración en los niños debemos tener en cuenta los factores externos e internos que pueden afectarla. Para los estudiantes se deben atender los siguientes factores externos:
Los ruidos: la música saturada e intensa, la televisión con volumen alto, los diálogos de personas próximas, son entre otras acciones, ejemplos de ruidos que afectan la concentración.
El desacertado manejo del tiempo: la carencia para organizar una agenda semanal o diaria de acuerdo a las necesidades personales puede influir en el escaso tiempo para efectuar las labores pendientes y la atención se enfoque hacia otras tareas por hacer.
Un ambiente que no sea propicio: tener poca luz, no contar con buena ventilación, un escritorio incómodo son factores que inciden en un mal ambiente de estudio y afectan negativamente la atención y la concentración en los niños.
La monotonía: la elaboración de actividades repetitivas y mecánicas pueden modificar los umbrales de concentración.
Los factores internos que afectan la concentración en los niños son:
El cansancio físico o mental: este puede ser generado por una inadecuada alimentación y por malos hábitos de sueño o por excesiva actividad.
Los estados de ánimo: la ansiedad, la tristeza, el estrés son emociones que alteran la capacidad de concentración en los infantes.
El desinterés: la ausencia de motivación por la misión a realizar puede disminuir gravemente la capacidad de concentración en el cumplimiento y desarrollo de la labor asignada para un niño.
El exceso de actividades: por lo general se debe a un inadecuado manejo del tiempo o al deseo en los padres de querer que sus hijos cumplan con múltiples tareas más allá de las reales capacidades que ellos tienen.
La falta de voluntad: cuando un niño no quiere voluntariamente realizar una tarea es casi imposible creer que la hará con total concentración.
Si se busca lograr estados de atención pertinentes en los niños, se recomienda tanto en adultos como en niños hacer uso de las técnicas de respiración y relajación, además de tener una motivación placentera por la actividad a ejecutar, de manera que favorezca la concentración y el desempeño en cualquier actividad.